Protege tus ojos del sol. Efectos de la radiación ultravioleta en la vista. Qúe gafas de sol elegir.
- villotaoftalmologi
- 17 abr 2022
- 5 Min. de lectura

La radiación ultravioleta (UV) no sólo incide sobre la piel sino también directamente sobre nuestros ojos. Debemos proteger nuestros ojos durante todo el año, no sólo en verano. La exposición a la radiación ultravioleta puede provocar cambios agudos o crónicos por efectos acumulativos.
De la misma manera que estamos concienciados en la protección de nuestra piel del sol debemos cuidar nuestros ojos.
Las principales estructuras oculares afectadas por la misma son la córnea, la conjuntiva y el cristalino.
Entre los daños agudos nos podemos encontrar:
Eritema (enrojecimiento).
Fotoqueratitis (especialmente en la nieve-conocida como ceguera de la nieve- o al practicar deportes acuáticos).Sus principales síntomas son enrrojecimiento, lagrimeo, ardor ocular y mala visión. Se trata con analgésicos y lágrimas artificiales.
Infecciones herpéticas, por disminución de las defensas.
Maculopatia por radiación solar. Quemadura de los fotorreceptores de la retina foveal (irreversible). Se produce al mirar un eclipse solar sin protección que conlleva a la formación de un escotoma (defecto visual fijo) en el centro del campo visual.
Entre los daños crónicos (por daño acumulativo, es irreversible):
Foto envejecimiento de piel de párpados y cáncer de piel.
Pinguécula (engrosamiento conjuntival de coloración amarillenta, generalmente en la zona nasal de la conjuntiva central). No es maligna, pero puede irritarse llegando a ser muy antiestética y molesta.
Pterigión (engrosamiento carnoso y proliferación de la conjuntiva hacia córnea invadiéndola). También puede irritarse y enrrojecerse. Si es muy invasivo puede provocar astigmatismo elevado o incluso disminuir seriamente la visión.
Cáncer de células escamosas de conjuntiva.
Enfermedad herpética por depresión inmunitaria.
Catarata especialmente cortical. Las cataratas suelen ser precoces y más intensas en países ecuatoriales.
Degeneración macular asociada a la edad (daño macular irreversible, que produce disminución de la agudeza visual central, que es la que permite discriminar detalles, leer).
¿Qué gafa de sol debemos elegir?
No vale cualquier gafa de sol ni siquiera aunque tenga marca CE.
Por supuesto, si practicamos esquí o deportes naúticos debemos comprar gafas adecuadas en establecimientos especializados. En el mar el riesgo es especialmente alto, dado que la radiación nociva es también reflejada muy eficazmente sobre la arena y el agua incrementando los riesgos de daños solares. La arena seca de la playa refleja hasta el 17% y el agua hasta el 25%. En zonas montañosas o nevadas la radiación UV es hasta un 25% más intensa, ya que la distancia con el sol es menor. Por cada 300 metros de ascenso la incidencia aumenta en un 4%. Además, la nieve puede reflejar y aumentar hasta un 80% de radiación.

Como características generales, las gafas de sol deben reducir la intensidad del espectro o luz visible, la luminosidad. Esto viene indicado por un número del 1 al 4 (este número indica la cantidad de absorción lumínica, visible, NO de absorción de radiación). También deben filtrar o eliminar la radiación UV nociva por debajo de los 400nm. Esta información no suele venir grabada en la montura ni en las lentes y es el propio fabricante el que indica que se cumple la condición.
Existen 5 tipos diferentes de filtros solares clasificados según la norma ISO 8980-3- del 0 al 4-, en función de la menor o mayor capacidad de absorción lumínica que posean estando encuadradas la mayoría en la categoría 2 o 3:
Categoría 0 – Entran en este grupo aquellas gafas con lentes muy claras, capaz de absorber de 0% a 19% de luz. Suelen ser utilizadas sobre todo interiores, de noche y en exteriores cuando existan cielos cubiertos. Son aptas para la conducción en cualquier circunstancia.
Categoría 1 – Este tipo de filtro es capaz de absorber entre un 20% y un 56% de luz gracias a sus lentes ligeramente coloreadas. Se utilizan sobre todo en condiciones de luminosidad leve (zonas urbanas). No son aptas para la conducción nocturna.
Categoría 2 – Las gafas correspondientes a este grupo se caracterizan por tener unas lentes medianamente coloreadas, capaces de absorber entre el 57% al 81% de luz. Suelen ser utilizadas en condiciones de luz solar media. No son aptas para la conducción nocturna.
Categoría 3 – Gracias al tinte de sus lentes, su uso es óptimo cuando existan condiciones de luminosidad bastante altas (primavera, verano, playa, montaña y zonas al aire libre) ya que son capaces de bloquear entre un 82% y un 92% de luz. No son aptas para la conducción nocturna.
Categoría 4 – Este tipo de gafas están indicadas para ser utilizadas en zonas de alta montaña, esquí o actividades y deportes acuáticos, donde la incidencia del sol es extrema y en la que también entra en juego la reflexión lumínica sobre las superficies (nieve o agua). Debido a que son capaces de absorber hasta el 98% de la luz, no son válidas para ser utilizadas para la conducción ni siquiera de día.
No hay que dejarse engañar por el color de las lentes. Algunas lentes blancas filtran el 100% de la radiación UV mientras que otras muy oscuras de baja calidad no filtran correctamente la luz UV pero si la visible, favoreciendo una mayor dilatación pupilar y, como consecuencia, un incremento de la radiación que reciben los ojos.
¿Deben los niños y adolescentes usar gafa de sol?
La respuesta es por supuesto. No siempre será posible usar una gafa de sol pero el uso de visera o gorro también reduce la incidencia de radiación solar en los ojos.

Aproximadamente el 50% de la radiación UV que reciben nuestros ojos lo hace antes de los 18 años.
Los ojos de los niños y adolescentes son más vulnerables que los de los adultos a los efectos nocivos de la radiación solar. Además, su exposición anual al sol es tres veces superior a la de los adultos, ya que pasan más tiempo al aire libre.
Es importante tener en cuenta que las estructuras y tejidos oculares de los niños y adolescentes no están totalmente desarrollados por lo que son más sensibles que los adultos a las radiaciones solares y tiene menos mecanismos de defensa. Además, la pupila está más dilatada, permitiendo más entrada de radiación y la pigmentación del ojo, que se va oscureciendo con el tiempo y protege de las radiaciones, no está completa.
Los bebés menores de 6 meses no deben ser expuestos nunca al sol ya que incluso no hay protectores solares que les puedan proteger.
Entre los 6 meses y 3 años la mejor protección es: la sombra. Para el uso de gafas de sol se recomiendan con bandas elásticas o cordones de sujeción dada la dificultad en mantener sus gafas puestas a esas edades. El uso de viseras o gorro también es una buena opción porque muchos pequeños no toleran una gafa de sol.
A partir de los 3 años nuestros hijos están listos para elegir sus primeras gafas de sol cumpliendo idénticos requisitos a los adultos. Si los niños participan en la elección las pondrán con más ganas, sobre todo en la piscina, playa o montaña, donde la radiación directa y reflejada es mucho mayor.
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